Mi relación con Alfredo nace de un modo casual en los
pasillos de la ETSAM. Como para otros tantos, mis años de estudiante fueron
largos y mi habilidad para perder el tiempo en la escuela fue reconocida por
Alfredo, que con el correr de los años empezó a devolverme el saludo e incluso
a entablar conversaciones esporádicamente acerca de temas de candente
actualidad etsámica. Dado que Alfredo
estaba ahí mucho antes que cualquier estudiante, sus opiniones siempre merecieron
el mayor de mis respetos, pues había vivido varias veces situaciones similares.
Me refiero a cambios en el plan de estudios, rencillas en los departamentos,
protestas estudiantiles, huelgas y reivindicaciones diversas.
Por eso, cuando el martes pasado conseguí aparcar en la
Avenida Juan de Herrera y vi a Alfredo oteando entre los coches, esperando a
alguien, no pude evitar preguntarle por la difícil situación que vive la
escuela. Para aquellos que no lo sepan, la UPM, asfixiada por la falta de
financiación, pretende la
amortización de 301 plazas de personal funcionario y laboral de administración
y servicios, además de importantísimas rebajas salariales, como la que afectará
a los profesores asociados.
La respuesta de Alfredo fue rápida y clara. Su semblante,
normalmente optimista y campechano, era esta vez preocupado y triste. “Se veía venir” dijo, para añadir después:
“pero no tan rápido”.
Más claro agua. Si me permito el lujo de comentar esta
opinión públicamente, es porque me parece que refleja perfectamente la
estupefacción que vivimos. La sorpresa ante situaciones que esperábamos. Una
paradoja que no por absurda, deja de ser real: por un lado, era claro que si
las universidades convocaban plazas de personal no fijo, era porque en algún
momento pretendían prescindir de él. Mientras tanto, todos actuamos como
cómplices y espectadores de una situación que apuntaba a la precariedad desde
hacía años, pero que era admisible porque al menos solucionaba los problemas
inmediatos y generaba oportunidades (precarias) para aquellos que accedían a
estos puestos.
Ahora han llegado los malos tiempos y nadie se salva. La
UPM, que lleva cinco años demorando este drama sin enfrentarse a él y esperando
“el milagro final”, se dedica ahora, amenazada por la bancarrota absoluta a
recortar a machetazos, sin ton ni son, en aquellos lugares que la legislación
laboral lo permite. Nada de husmear entre los departamentos para escudriñar por
dónde se escapa la pasta. Nada de pedir cuentas a pseudoinvestigadores vetustos
con plaza de catedrático. Nada de afrontar, sinceramente, una reforma
estructural seria, atacando la gangrena y recortando en lo verdaderamente
prescindible.
No. Nada de pensar, porque en la universidad española, lo
único que interesa es que todo siga siempre igual. Hay que mantener los
privilegios de unos pocos, sus castas, sus amiguismos, sus procesos de
selección poco claros y sus mangoneos; y
si esto tiene que hacerse a costa de unos pocos, o de unos muchos, pues se
hace.
Y es que a la hora de la verdad, todos muy corporativistas,
todos muy solidarios, pero cuando un profesor asociado hacía el mismo trabajo
que un titular por un salario infinitamente menor, aquí nadie se sorprendía, justificando
estos desequilibrios mediante la esperanza de que algún día, a base de
enchufismos y convocatorias de plazas, cuando menos sospechosas, todos los
asociados acabarían entrando en la madre universidad, para vivir su vida de
privilegios y alegría a costa de otros pringuis
que luego vendrían.
Y así siempre, por los siglos de los siglos y
exponencialmente, alimentando universidades que producen una cantidad de
profesionales muy por encima de la demanda real de un mercado saturado desde
hace más de quince años. Justificando estos desmanes con la esperanza de llegar
algún día a ese puesto fijo. Un sistema opaco donde lo importante era meter
cabeza, aguantar, y el tiempo traería la recompensa. Todos cómplices. Todos
culpables. Todos tontos y todos a la calle. Bueno, todos no.
@Mr_Lombao
Trabajo en un departamento de la UCM... La misma caspa, las mismas injusticias, los mismos amiguismos. Exactamente la misma situación.
ResponderEliminarQué vergüenza de universidad pública.