lunes, 29 de abril de 2013

El apasionante mundo de la arquitec(ouch!) edificación [#LSP dreams]

Una de las primeras sensaciones que un arquitecto tiene cuando encara su primer encargo profesional, es la de que lo único que el cliente valora de su trabajo es una firma. Un bonito estampado acompañado de un sello que le abre las puertas para hacer lo que realmente quiere: lo que le dé la gana; y donde tu papel pasa por ser ese peñazo aguafiestas que está ahí sólo para decir lo que no se puede hacer, siempre citando normativas absurdas y leyes poco claras.
Otra de las realidades que -hablando con otros compañeros- suele mostrarse en estos primeros encargos, es la del oportunista: personas que se acercan a ti en tu papel de novato, buscando obtener honorarios ridículos, legalizaciones ilegales, y otros encargos imposibles a precios de risa.

También es muy común encontrarte con clientes que no tienen ni idea de en qué consiste tu trabajo, y te confunden frecuentemente con otros profesionales del sector, con un miembro de una constructora, con un representante de la autoridad municipal y hasta con un comercial de telefonía, evidenciando que el papel del arquitecto en la sociedad es cada día más confuso y compite, con demasiada frecuencia, con otros profesionales de procedencia diversa.
Además, los que hemos pasado por la jungla madrileña, conocemos muy bien a esas empresas voraces que se apoderan de encargos a precios ridículos, reduciendo sus márgenes de beneficio al mínimo y sosteniendo su actividad gracias a un flujo continuo de encargos conseguidos a través de un ejército de comerciales más que agresivos, compinchados con administradores adictos a cobrarse piquitos a su costa y aportando siempre lo mínimo de lo mínimo en sus trabajos. Lo justo para pasar el trámite y cobrar.

Todo esto al margen de los cientos de miles de casos donde el cliente, directamente hace de su capa un sayo y ejecuta una reforma sin licencia, amplía una planta a su chalet sin proyecto alguno, o directamente edifica en terreno no urbanizable ante la atenta mirada de las autoridades municipales, que verbalmente y sin mucho disimulo, le han dicho que haga lo que le dé la gana, pero que por favor, recuerde votarles en las próximas elecciones.

Otra cosa muy divertida, son "esos extras" con los que los arquitectos cargamos a la hora de ejercer nuestra profesión. Hablo de cosas mucho menos divertidas que presentarse a concursos internacionales con dudosa finalidad social, ejecución aún más dudosa y nombre de pan europeo. Se trata de esos seguros con cláusulas ininteligibles, cuotas fijas, cuotas variables, primas, cuñados y abuelas. Esas colegiaciones que sientes en tu espalda cual acero toledano desgarrando tus entrañas, y esas cuotas de la seguridad social (o en su caso de la hermandad siniestra) que colaboran con entusiasmo en tu desangrado en estos tiempos de crisis. Todo ello aderezado con esa hermosa palabra llamada "responsabilidad" a la que si le añadimos el término "civil", nos transforma de inmediato en imbéciles autocanibalizadores de nosotros mismos, cuando cobramos proyectos de ejecución de chalé a 3000€ IVA incluido (verídico a tope).

Y es que, amigos, ser arquitecto ya no es lo que era. Bueno… o lo que nos contaron que era. Ya casi no se ven arquitectos con pipa, ni se sublima su palabra como máxima ley. Ya no se dibuja con tiralíneas, ni rascamos con cuchillas, ni contratamos delineantes, ni usamos papel de copia para envolver la carne. Ser arquitecto ya no mola tanto. Y sobre todo, en un mercado roto, hundido y sin encargos, cobramos poco. Bastante poco.

Por eso, llegados a este punto, te preguntas: ¿de verdad habrá algún ingeniero que esté dispuesto a pelear en esta guerra?, ¿de verdad habrá alguien dispuesto a mancharse en el barro por tres pesetas?, ¿de verdad, una persona en su sano juicio estaría dispuesta a pasar por lo que estamos pasando ahora mismo los arquitectos, para entrar a competir en un mercado donde no sólo estarán en inferioridad a nivel de formación, sino también de honorarios?

Es entonces cuando uno se rasca la cabeza y piensa que no. Que las cosas no se van a quedar así. Que el campo de batalla está lleno de muertos y es pestilente. Que después de la LSP, vendrán más cosas que tendrán que ayudar a algunos a entrar en esta batalla sin tantas trabas, sin tantas cuotas, sin tantos seguros y sin tanto lío. El futuro puede ser maravilloso si se prepara bien el terreno. Después de la tormenta, llegará la calma y esos 50.000 arquitectos trabajando desde sus estudios son un estorbo muy grande. Fragmentan el mercado y se hacen competencia unos a otros...

Algo más habrá que tocar, Mariano. Algo más.

@Mr_Lombao