viernes, 28 de diciembre de 2012

Ventana a Sudamérica [Experiencia 02]

Conversación (traducida) que tuve con un taxista en Río de Janeiro, cuando pasábamos hace un par de semanas por una zona de la ciudad donde habían comenzado a demoler la perimetral: una gran vía elevada de seis carriles que atraviesa la ciudad.
Antes de transcribir la conversación, apuntaré algunos datos para que los lectores puedan entender mejor la situación: se demolerán unos 7km de autopista elevada y se construirán varios túneles subterráneos (3,5km bajo tierra) con un presupuesto faraónico de 2 billones de reais.
La “versión oficial” habla de revitalizar áreas degradadas con una supuesta preocupación social porque son áreas pobladas de favelas. A su vez pone como ejemplo referencial la operación de Puerto Madero en Buenos Aires, lo cual es una desfachatez, porque este área “recuperada” y “restaurada” es ahora la zona más rica y excluyente de la ciudad de Buenos Aires, con hoteles de lujo y oficinas de las principales multinacionales que expolian al país y a sus ciudadanos.
La operación “Porto Maravilha”  (así se llama) es polémica y ya está siendo investigada por denuncia de varios partidos de la oposición, entre muchas otras cuestiones, por el impacto ambiental, cuyo estudio no existe o no se ha hecho público. También ha habido colectivos de arquitectos e ingenieros que se han posicionado contrarios a la operación.
Mientras tanto, son varios estudios de arquitectura los que están dentro de la gran transformación urbana carioca (Calatrava, Meier, Foster, Jacobsen, y otros grandes estudios brasileiros y norteamericanos…) los que exponen grandes ideas arquitectónicas basadas en la sostenibilidad, en la mejora de la ciudad para los ciudadanos, con hermosos fotomontajes que prometen un paraíso de personas felices, los que recorren el mundo dando conferencias o formando parte de tribunales de concursos públicos gracias a su éxito profesional…
Sí, este es el panorama… ¿No les recuerda a algo, amigos madrileños? ¿No les recuerda a la operación de soterramiento de la M30? ¿La desfachatez de la “calle 30” para evitar los informes ambientales? ¿La oposición de los colegios de arquitectos? ¿La fama de Burgos y Garrido, o de cualquier firma de arquitectos que basa su ostentosa arquitectura en la abusiva y corrupta gestión de recursos públicos?
A lo que iba, la conversación con el taxista, cuando pasábamos por debajo de ese gigante como dos hormiguitas…
YO: Vaya, parece que han empezado a demoler ya la perimetral…
TAXISTA: Sí, han empezado a desmontarla en varios puntos de la ciudad.
YO: ¿y qué opina usted de esta operación? ¿Cree que mejorará la movilidad, el tráfico o su trabajo?
TAXISTA: Hmmm… La perimetral lleva muchos años en Río… no la defiendo pero no molesta, no es bonita, pero no es un problema urgente. Esto lo hacen por todos estos terrenos (señala con el dedo a través de la ventana toda el área degradada frente al puerto), los compran baratos para construir después torres de lujo y oficinas, para especular, ganar mucho dinero, constructoras y políticos…  No es algo que vaya ni conmigo ni con mi trabajo…
Más claro, agua. Callé el resto del trayecto.
A veces me siento tan avergonzada de la arquitectura como lanza de las élites opresoras (mientras nos creemos creadores de ciudad), que siento la tentación de abandonar toda aspiración creadora y usar los conocimientos adquiridos simplemente para el ataque, la guerra y la aniquilación de esta arquitectura hipócrita y carente de toda deontología, para la denuncia a gritos de esta perversión de nuestra profesión…
Y a veces me pregunto, ¿por qué un joven arquitecto considera una salida mucho más digna trabajar en un estudio que diseña “cortinas de humo” para las grandes corrupciones urbanísticas que, por ejemplo, la militancia política?
¿Por qué un joven español considera más honesto trabajar para una farmacéutica que especula con la salud, o para un periódico, que manipula y da forma a la opinión pública, o para una empresa de publicidad, que engaña y empuja a la sociedad al consumo innecesario, que la participación en la vida política, que no está más viciada que cualquiera de las otras salidas?
¿Será acaso que recibir órdenes no requiere ninguna responsabilidad, no requiere pensar? ¿Será que sentirse con las manos atadas es más cómodo? ¿Será que la resignación, la supuesta imposibilidad del cambio, es lo único que justifica la inacción? ¿Será que nos hemos tragado el discurso de “la política es la peste” para que la juventud ni siquiera se acerque al poder, y así permitir la perpetuación de la vieja clase política española?
R. P. Mansilla 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Patinando en la cocina

Las revoluciones, para serlo de verdad, deben ser sociales, y deben trastocar la economía. Todo lo demás son pamplinas estéticas.
Se pregunta mi compañero si la arquitectura, o más concretamente, los arquitectos tienen algo que decir en todo ello, desazonándose ante los desvaríos estéticos de los colegas. Puesto que la arquitectura configura el espacio donde las personas viven, y también el espacio donde la sociedad se desenvuelve, de entrada parece que algo que decir sí que tendrá.
La arquitectura suave, sutilmente enmarca y apoya nuestras relaciones a través del espacio habitado, y nos habla de grandeza y pequeñez, protección y apertura, opulencia y humildad... El espacio privado y el espacio público, ambos opuestos al campo abierto, al espacio infinito y sin forma, son nuestro patrimonio inmaterial y nuestro lenguaje visual común. Qué mejor manera de resaltar su importancia que compararlos con lo indefinible, el no-lugar, espacio residual que aparece ahí donde nuestro trabajo se relaja o ahí donde nuestro proyecto encalla, pero se construye, sin palabras y sin forma.
Sí. Creo que la arquitectura puede hacer algo más por una revolución que resignarse a cumplir un papel estético-propagandístico de un régimen político.
Por otra parte, las construcciones nos protegen del frío, la lluvia y del resto de agentes del clima... En un mundo con recursos energéticos escasos la arquitectura tiene MUCHO que decir. Aislamientos, carpinterías, puentes térmicos, sistemas de calefacción y refrigeración... quizá debamos acercarnos al campo de la ingeniería industrial. Cada julio de energía que se pierde en vano es un lastre para la sociedad, y cada julio que se ahorra en idénticas circunstancias, una victoria para la arquitectura.
Las construcciones también nos dan el marco de la independencia personal o familiar, apoyando o lastrando la economía de las células sociales en que nos integramos. En un mundo ultraespecializado, donde se pretende que nadie esté cualificado para hacer nada por sí mismo, los arquitectos tenemos MUCHO que proponer. Sistemas de construcción al alcance de muchos, con reglas sencillas y materiales cercanos a la tierra. Sistemas ingeniosos y bien pensados que minimicen el coste y la dificultad de su construcción. Soluciones a problemas reales de las personas, asumiendo que los resultados se escapen a nuestro control, pero disponiendo unas reglas que por su fácil legibilidad, minimicen los efectos negativos de estas desviaciones.
Y todo ello es arquitectura. Y todo ello existe ya, empujando en diversas direcciones y ayudando a forjar nuevas ideas. Ideas que nos cambiarán.
Laruedaalada